El casete cumplio 50



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Publicado 29 de febrero de 2.012
La irrupción del formato de cinta doméstica, y la posterior aparición de los reproductores portátiles, cambió los hábitos de escucha de los melómanos.
El casete, o caset (del francés cassette) de grabación de sonido, fue creado por Philips en 1962 y lanzadó al mercado al año siguiente. Originariamente se ideó para el dictado y no adquirió relevancia hasta algún tiempo después, cuando se mejoró su calidad para que pudiera utilizarse en el mercado musical. Aunque existían ya otros sistemas similares, como el cartucho de cinta magnética, el casete llegó a ser dominante.
A finales de los años 60 y principio de los 70 era tan pobre la demanda de casetes que los álbumes sólo se lanzaban al mercado en dicho formato tras su edición en disco de vinilo. Esa escasa demanda tenía fácil explicación: los primeros casetes tenían inhabilitada la función de grabar, eran sólo reproductores, no grabadores. Pero ya a comienzos de los 80, con la irrupciión de las cintas de cromo y metal, de mayor calidad, en detrimento de las de hierro, las compañías discográficas comenzaron a comercializar simultáneamente los LPs y casetes.
Paralelamente, empezaron a aparecer reproductores portátiles que permitían al usuario escuchar su música en cualquier momento y en cualquier lugar. Estos modelos, además,comenzaron a incorporar sintonizadores de radio AM/FM, agregando aún más diversidad a la utilidad del aparato.
Estos dispositivos protagonizaron en aquella época un cambio en los hábitos de consumo de música, aunque a menor escala, similar a la provocada por la aparición de los reproductores de mp3. El usuario podía grabar en una cinta la selección de música que creyera oportuna y llevarla allí donde quisiera. Así, cambió la forma de disfrutar de ésta, que pasó a ser también una diversión individualizada. El usuario podía, además, personalizar sus escuchas, creando sus propias compilaciones.
En el plano comercial y de costumbres fue una verdadera explosión. Según Luís Suárez, de Philips Iberia, “en la actualidad estamos en el proceso contrario: de la escucha individual a la colectiva. En los reproductores portátiles llevamos la música que queremos compartir con nuestro amigos y familiares, y la reproducimos desde nuestros dispositivos a través de altavoces”.
Superado hoy por el mp3, el casete se quedó atrás incluso del objeto que presuntamente iba a liquidar, el disco de vinilo, cada vez con mejor salud. No es de avanzada tecnología, como el mp3, y no tiene carácter de culto, como el vinilo: su destino parece sellado, aunque muchos lo guardarán en su memoria.
Con el ocaso del casete se perdieron muchos rituales, como el de los largos minutos de trabajo con un bolígrafo o lapicero para rebobinar manualmente, el esperar a que la radio pusiera nuestra canción preferida para grabarla y el regalar una cinta con tus temas preferidos.
Comienzo de la piratería
Prácticamente jubilado, el casete cumple en 2012 sus 50 años y a pesar de su no tan larga vida, es considerado una antigüedad que se recuerda como el primer objeto que permitió la reproducción doméstica (e ilegal) y marcó sin quererlo el comienzo de la crisis del mercado discográfico.
La “cajita” de grabación de sonido fue creada por Philips en 1962 y lanzada al mercado al año siguiente. Rápidamente se convirtió en un modo de escuchar música, aunque nunca tuvo la fidelidad ni la fascinación del vinilo ni la calidad de su sucesor, el CD.
Con el ocaso del casete se perdieron muchos rituales, como el de los largos minutos de trabajo con una lapicera para rebobinar manualmente, o la espera a que la radio pasara “ese” tema presto a grabarse. O la sincronización exacta que exigían los “doble casetera” para copiar un disco o un tema. O el armado de compilados caseros con duración firmemente estipulada (60 o 90 minutos, más raramente 120).
Cuando salió al mercado, se vendían millones de discos pero todos sabían que al prestarlo a los amigos ese material sería copiado en casetes.
En el plano comercial y de costumbres fue una verdadera explosión porque los casetes “vírgenes”, aquellos que no tenían grabadas pistas, costaban poco y se podían escuchar en dispositivos portátiles.
FUENTES: eldiariodelarepublica.com y europasur.es