Apena con 12 a-os ya era azote de barrios fue asesinado por funcionarios venezolanos.
VENEZUELA
Según versiones de los familiares de Diego Andrés Beria
Apena con 12 años ya era azote de barrios, fue asesinado por funcionarios venezolanos.
Publicado 27 de febrero de 2.012
“Vivió su vida a mil por hora. Quemó sus etapas muy rápido… ya se consideraba un hombre, pero apenas era un niño, un niño de 12 años”. Así, con un nudo en la garganta y con lágrimas en los ojos, recuerda Josefina Beria al cuarto de sus 10 hijos, Diego Andrés Beria, “mi mano derecha para todo”.
Correo del Caroní.- Dieguito, como era conocido, tenía 12 años cuando lo asesinaron. Abandonó los estudios cuando terminó segundo grado de primaria y asumió -por cuenta propia- la responsabilidad de ayudar a su mamá en el sustento de sus 6 hermanos menores desde que tenía 8 años.
Su abuela materna -la única que conoció porque se crió sin conocer a su padre- cuenta que comenzó embolsando las compras de los clientes en algunos supermercados de Ciudad Guayana. “Todo era para ayudar a su mamá… Si ganaba 50 bolívares, 40 se los daba a ella”, agrega.
El niño tuvo una madurez prematura y se tomó muy en serio su papel dentro del hogar, sin dejar de lado el interés por la independencia económica, y fue en ese momento -indican sus familiares- en el que se descarriló y comenzó a robar. “Sólo a robar”, enfatizan.
“No cogía consejo”
Aunque Diego Andrés ya pensara como una persona adulta, su comportamiento era típico de un adolescente: era rebelde, travieso y hacía poco caso a sus familiares y conocidos. “Muchas veces hablamos con él para que dejara de hacer lo que hacía, pero no cogía consejo y eso le causó problemas con la ley”, señala una de sus tías.
Sentados en la entrada de una de las casas de la vereda José Antonio Páez, de la calle Santiago Mariño de Ruta I, en Vista al Sol -donde vive la abuela del fallecido-, los familiares del muchacho denuncian que en más de 15 ocasiones fueron extorsionados por organismos policiales que estaban detrás de Dieguito.
“A cada rato eran 5 mil, 10 mil y hasta 25 mil bolívares que teníamos que reunir para dárselos y que dejaran al niño tranquilo. Él siempre andaba en grupos, pero sólo él era el que caía. Es cierto que robaba, pero así no estuviera haciendo nada malo lo agarraban… si un perro mataba a un gato, ellos decían que era culpa de Diego”, lamenta su abuela.
Esta situación obligó al niño a vivir entre Barrio Moscú, junto con su mamá y hermanos menores; en Vista al Sol, con su abuela y tías y, en tres oportunidades -durante cortos períodos de tiempo-, en centros de atención para menores con problemas de conducta.
Dieguito fue victimario y víctima en múltiples ocasiones.
Foto cortesía

Robaba y lo robaban
Los gustos de Diego Andrés por ropa a la moda y motocicletas lo llevaron a seguir su vida delictiva para ahorrar dinero -extra al que le daba a su mamá- y darse sus lujos.
“No vamos a ocultar que robaba. Él ahorraba y mandaba a cualquier amigo a comprar la moto que le gustaba… se la pasaba todos los día rodándola en la calle y la vereda, hasta que los policías lo agarraban y se la quitaban. Lo robaban a cada rato”, relata uno de sus primos contemporáneos.
A raíz de estos “encontronazos” con policías y militares, sus conocidos afirman que “a Dieguito le tenían contados los días” y por ello buscaron forma de alejarlo de Ciudad Guayana.
Tras recibir el año nuevo, un padrino se lo llevó de ayudante para el kilómetro 88 de la Troncal 10 y lo tuvo por un mes. “Él llegó con dinero para su mamá y feliz porque se había puesto un diente de oro. El mismo día que llegó, la Guardia Nacional se lo llevó mientras se cortaba el cabello… le quitaron el dinero y nos pidieron 10 mil bolívares para soltarlo, pese a que no había hecho nada”, revela su abuela.

Familiares de Dieguito acusaron a funcionarios del CCP de Guaiparo por el hecho
Sus últimos días
La última estadía de Diego Andrés en un centro de ayuda fue el 2 de febrero, cuando -por presión de la familia- representantes de la Lopna accedieron a internarlo en la sede del Instituto de Derechos del Niño, Niña y Adolescentes (Idena) en Ciudad Bolívar.
“Se fastidió allá y se fue a la semana. Salió por la puerta principal porque dejaron una llave pegada. Ellos no nos avisaron y nos enteramos fue cuando vimos a Diego en la entrada de la casa”, afirma una prima.
El motivo de la “fuga” se debió a que el niño quería organizar una fiesta a la que asistieran todos sus familiares, vecinos y amigos. Mandó a hacer una torta de dos pisos con varias fotos suyas como decoración. Su mamá también le encargó una torta. La mañana del 23 de febrero, cuando cumplía 12 años, salió con un vecino a buscar un dinero para alquilar los cajones de música.
Lo ocurrido entre las 4:00 de la tarde de ese día y las 6:00 de la mañana del viernes, cuando encontraron su cadáver, aún está por determinarse. La familia acusa a comisiones de la Policía del estado Bolívar (PEB) de ejecutarlo.
Durante el funeral de Diego Andrés se celebró su cumpleaños: pusieron a sonar los cajones y repartieron una de las tortas. Luego, más de 200 personas estuvieron en el entierro.
“A él lo mataron antes de la medianoche… yo lo sentí… yo, como madre, cuando a mi niño lo mataron esos policías”, comenta Josefina antes de romper nuevamente en llanto. “Vivió su vida a mil por hora”, repite, una y otra vez, la mamá de Dieguito.