Un golpe de estado para reconstruir la nueva Venezuela
El fundamento de la democracia militarizada
Hace 20 años, Venezuela se despertó con olor a pólvora, calles ensangrentadas, balas perdidas que segaron la vida de decenas de inocentes, confusión y una voz que, con la sentencia "por ahora", anunció la génesis de una democracia en firme y a discreción. Hoy el gobierno de Hugo Chávez, uno de los cabecillas del fallido Golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, ha preparado una pomposa celebración, en un año clave para el presidente en su aspiración de seguir en el poder.
Hugo Chávez (cabecilla golpista) declarando para los principales medios de comunicación
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Informe21.com.- Todo era cuestión de tiempo. Para muchos, la asonada militar del 4 de febrero de 1992 era más que predecible.
Las campanadas se dieron tres años atrás, cuando la frustración colectiva se apoderó de las calles para rechazar las medidas de un paquete económico. Aún se desconoce la cantidad de muertos. Sólo se sabe que aquella represión, aquellas políticas y aquel estallido fueron el semillero de un descontento mayor. Un resentimiento que pronto se convertiría en rebelión. Una asonada que tardaría tres años en cultivarse para tambalear con mayor fuerza el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Así llegó aquel 4 de febrero. Fecha de gloria para unos; de penas para otros. Un golpe de estado cuya justificación catapultó a Rafael Caldera a una segunda presidencia, y cuyos responsables hoy ocupan sitiales de honor en la cartera gubernamental.
El auge de estas repercusiones y el respaldo de la asonada por numerosos sectores de la sociedad vuelven a abrir el debate sobre la justificación de los medios para llegar al fin. La interrogante sobre el punto en el que los venezolanos estarían de acuerdo con la ruptura del hilo constitucional para solventar una crisis de Estado.
Acción y reacción
Para el politólogo Carlos Domínguez, “toda sociedad sometida a una situación de crisis, tarde o temprano opta por salidas no constitucionales”. Cree que en casos de incertidumbre política, en el que no se garantiza el estado del bienestar, la sociedad llega a un umbral en el que es capaz de relativizar los conceptos de violencia.
“Cuando tú le aplicas un paquete neoliberal a una sociedad, cuando le aumentas el precio del combustible de un viernes para un lunes y generas un margen de incertidumbre muy grande que genera una protesta espontánea, y esa protesta es reprimida violentamente la gente se pregunta: ‘¿Qué es lo realmente violento? ¿Las medidas que nos están imponiendo o la forma como estamos respondiendo?’”, argumenta.
Por eso considera que, ante una situación de crisis, las sociedades democráticas pudieran apoyarse en mecanismos contrarios a sus principios para buscar una salida.
Desde la óptica del doctor en derecho Henry Henríquez, no existe algo que justifique ni legitime el uso de la fuerza para generar un cambio político. “Una cosa es la ascensión del poder por la fuerza y otra que esa ascensión sea legítima, porque si una sociedad es democrática, todos sus procesos se deben dar dentro de la participación ciudadana; nunca por la vía de la fuerza. Por eso es que los sucesos del 4 de febrero fueron fallidos”, considera.
Sostiene que, si bien la intentona golpista reflejó el sentimiento de frustración de buena parte de los venezolanos, también destaca que no toda la población estaba de acuerdo con una insurrección militar. “La fuerza nunca representa nada legítimo en tanto y en cuanto la sociedad tenga valores y principios democráticos”, asevera.
La postre del 4F
Al parecer de Domínguez, la gran consecuencia de la rebelión militar del 4 de febrero de 1992 fue la politización del venezolano: una mayor conciencia política en todos los sectores sociales, independientemente de la tendencia por la que se hayan decantado. Un acercamiento a la política más conceptual que emocional.
También concibe a este hecho como la génesis de un proceso de integración social en el país; una situación que forzó a la política venezolana a tomar en cuenta otros sectores menos favorecidos en la población, que la insurrección armada vino a representar con su estallido. “Ningún país sienta las bases de integración social sin un proceso de conflictividad”, apunta.
Lejos de interpretarlo como una solución coyuntural, Henríquez cree que la asonada vino a trastocar la idea de la democracia como sistema de gobierno predilecto para la sociedad venezolana, luego de 34 años del Pacto de Punto Fijo y del proceso de descentralización establecido en 1989, en el que los ciudadanos podían escoger a gobernadores y alcaldes. “Todo eso se cuestionó y volvió sembrarse la idea del uso de la fuerza para buscar soluciones políticas (…) el punto que hay que plantearse es: ¿cómo los civiles entendemos que quienes tenemos que gobernar somos nosotros?”, analiza.
Las implicaciones de estos hechos seguirán debatiéndose en futuras generaciones. Posiciones a favor y en contra seguirán perpetuándose en mares de tinta de finitud incierta, buscando respuestas en tierras del pasado.
Lo cierto es que la insurrección militar del 4 de febrero de 1992 es, sin duda, uno de los hechos de mayor trascendencia en la historia política venezolana; el principio del fin del bipartidismo adeco-copeyano, la génesis del chavismo y un viraje hacia una izquierda que hoy se enfrenta a un país no muy distinto de aquel que cuestionaron.
El 4F en cifras
El 4F en cifras - 2000 oficiales del Ejército estuvieron comprometidos en el golpe.
- 300 oficiales fueron arrestados.
- 20 personas murieron.
- 50 personas resultaron heridas.
- 5 unidades se alzaron en Caracas y el estado Miranda.
- 3 unidades se rebelaron en Zulia.
- 5 batallones se sublevan en Maracay.
- 5 unidades actúan en Valencia.
- 3 blancos fueron atacados:
* La Casona.
* Miraflores.
* Aeropuerto La Carlota.
Extraído de Grandes Hechos Históricos de Venezuela (El Nacional)
Diez años de insurrección
“Nada de conspiraciones descubiertas o levantamientos sofocados. (…) Nada… hasta que tras un decenio de subterránea preparación y de enlaces entre militares y factores de la guerrilla de los años 60, los “bolivarianos”, estimulados por la conmoción social del 27F y por la formación de grupos civiles como el Frente Patriótico, irrumpieron inesperadamente el 4F de 1992”.
Jesús Sanoja Hernández en Entre Golpes y Revoluciones.
Los cachuchazos de siempre
“Entiendo entonces que un golpe militar, en un país donde cien años de historia se arreglaron a cachuchazos, continúe siendo la peor de nuestras amenazas. Pero no la única, señor Presidente. Desde luego, no la única”.
José Ignacio Cabrujas en El País según Cabrujas.
Nada que celebrar
“Chávez lo que pretende es justificar o maquillar el fracaso de su intento de golpe, darle unos ribetes históricos que no tiene. Eso no es ninguna fecha para celebrar. El 4 de febrero hubo muertos, y esos muertos no tienen responsables aún desde el punto de vista judicial. Esos responsables no han sido juzgados por esos crímenes de lesa humanidad”.
Henry Henríquez. Doctor en derecho.
Tanto unos como otros
“Los procesos políticos que implantaron el puntofijismo fueron mucho más violentos que el 4 de febrero. Betancourt, Leoni, Caldera y Carlos Andrés mataron mucha más gente que Pérez Jiménez. Además, la muerte no era sólo parte de la represión, sino una política dirigida a los sectores de oposición abierta y descaradamente. Antes del 4 de febrero los estudiantes salían a protestar y mataban a tres o cuatro todas las semanas. El 4 de febrero fue la respuesta de otro grupo como salida de un sistema”.
Carlos Domínguez. Politólogo.
Deje su comentario
Las campanadas se dieron tres años atrás, cuando la frustración colectiva se apoderó de las calles para rechazar las medidas de un paquete económico. Aún se desconoce la cantidad de muertos. Sólo se sabe que aquella represión, aquellas políticas y aquel estallido fueron el semillero de un descontento mayor. Un resentimiento que pronto se convertiría en rebelión. Una asonada que tardaría tres años en cultivarse para tambalear con mayor fuerza el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Así llegó aquel 4 de febrero. Fecha de gloria para unos; de penas para otros. Un golpe de estado cuya justificación catapultó a Rafael Caldera a una segunda presidencia, y cuyos responsables hoy ocupan sitiales de honor en la cartera gubernamental.
El auge de estas repercusiones y el respaldo de la asonada por numerosos sectores de la sociedad vuelven a abrir el debate sobre la justificación de los medios para llegar al fin. La interrogante sobre el punto en el que los venezolanos estarían de acuerdo con la ruptura del hilo constitucional para solventar una crisis de Estado.
Acción y reacción
Para el politólogo Carlos Domínguez, “toda sociedad sometida a una situación de crisis, tarde o temprano opta por salidas no constitucionales”. Cree que en casos de incertidumbre política, en el que no se garantiza el estado del bienestar, la sociedad llega a un umbral en el que es capaz de relativizar los conceptos de violencia.
“Cuando tú le aplicas un paquete neoliberal a una sociedad, cuando le aumentas el precio del combustible de un viernes para un lunes y generas un margen de incertidumbre muy grande que genera una protesta espontánea, y esa protesta es reprimida violentamente la gente se pregunta: ‘¿Qué es lo realmente violento? ¿Las medidas que nos están imponiendo o la forma como estamos respondiendo?’”, argumenta.
Por eso considera que, ante una situación de crisis, las sociedades democráticas pudieran apoyarse en mecanismos contrarios a sus principios para buscar una salida.
Desde la óptica del doctor en derecho Henry Henríquez, no existe algo que justifique ni legitime el uso de la fuerza para generar un cambio político. “Una cosa es la ascensión del poder por la fuerza y otra que esa ascensión sea legítima, porque si una sociedad es democrática, todos sus procesos se deben dar dentro de la participación ciudadana; nunca por la vía de la fuerza. Por eso es que los sucesos del 4 de febrero fueron fallidos”, considera.
Sostiene que, si bien la intentona golpista reflejó el sentimiento de frustración de buena parte de los venezolanos, también destaca que no toda la población estaba de acuerdo con una insurrección militar. “La fuerza nunca representa nada legítimo en tanto y en cuanto la sociedad tenga valores y principios democráticos”, asevera.
La postre del 4F
Al parecer de Domínguez, la gran consecuencia de la rebelión militar del 4 de febrero de 1992 fue la politización del venezolano: una mayor conciencia política en todos los sectores sociales, independientemente de la tendencia por la que se hayan decantado. Un acercamiento a la política más conceptual que emocional.
También concibe a este hecho como la génesis de un proceso de integración social en el país; una situación que forzó a la política venezolana a tomar en cuenta otros sectores menos favorecidos en la población, que la insurrección armada vino a representar con su estallido. “Ningún país sienta las bases de integración social sin un proceso de conflictividad”, apunta.
Lejos de interpretarlo como una solución coyuntural, Henríquez cree que la asonada vino a trastocar la idea de la democracia como sistema de gobierno predilecto para la sociedad venezolana, luego de 34 años del Pacto de Punto Fijo y del proceso de descentralización establecido en 1989, en el que los ciudadanos podían escoger a gobernadores y alcaldes. “Todo eso se cuestionó y volvió sembrarse la idea del uso de la fuerza para buscar soluciones políticas (…) el punto que hay que plantearse es: ¿cómo los civiles entendemos que quienes tenemos que gobernar somos nosotros?”, analiza.
Las implicaciones de estos hechos seguirán debatiéndose en futuras generaciones. Posiciones a favor y en contra seguirán perpetuándose en mares de tinta de finitud incierta, buscando respuestas en tierras del pasado.
Lo cierto es que la insurrección militar del 4 de febrero de 1992 es, sin duda, uno de los hechos de mayor trascendencia en la historia política venezolana; el principio del fin del bipartidismo adeco-copeyano, la génesis del chavismo y un viraje hacia una izquierda que hoy se enfrenta a un país no muy distinto de aquel que cuestionaron.
El 4F en cifras
El 4F en cifras - 2000 oficiales del Ejército estuvieron comprometidos en el golpe.
- 300 oficiales fueron arrestados.
- 20 personas murieron.
- 50 personas resultaron heridas.
- 5 unidades se alzaron en Caracas y el estado Miranda.
- 3 unidades se rebelaron en Zulia.
- 5 batallones se sublevan en Maracay.
- 5 unidades actúan en Valencia.
- 3 blancos fueron atacados:
* La Casona.
* Miraflores.
* Aeropuerto La Carlota.
Extraído de Grandes Hechos Históricos de Venezuela (El Nacional)
Diez años de insurrección
“Nada de conspiraciones descubiertas o levantamientos sofocados. (…) Nada… hasta que tras un decenio de subterránea preparación y de enlaces entre militares y factores de la guerrilla de los años 60, los “bolivarianos”, estimulados por la conmoción social del 27F y por la formación de grupos civiles como el Frente Patriótico, irrumpieron inesperadamente el 4F de 1992”.
Jesús Sanoja Hernández en Entre Golpes y Revoluciones.
Los cachuchazos de siempre
“Entiendo entonces que un golpe militar, en un país donde cien años de historia se arreglaron a cachuchazos, continúe siendo la peor de nuestras amenazas. Pero no la única, señor Presidente. Desde luego, no la única”.
José Ignacio Cabrujas en El País según Cabrujas.
Nada que celebrar
“Chávez lo que pretende es justificar o maquillar el fracaso de su intento de golpe, darle unos ribetes históricos que no tiene. Eso no es ninguna fecha para celebrar. El 4 de febrero hubo muertos, y esos muertos no tienen responsables aún desde el punto de vista judicial. Esos responsables no han sido juzgados por esos crímenes de lesa humanidad”.
Henry Henríquez. Doctor en derecho.
Tanto unos como otros
“Los procesos políticos que implantaron el puntofijismo fueron mucho más violentos que el 4 de febrero. Betancourt, Leoni, Caldera y Carlos Andrés mataron mucha más gente que Pérez Jiménez. Además, la muerte no era sólo parte de la represión, sino una política dirigida a los sectores de oposición abierta y descaradamente. Antes del 4 de febrero los estudiantes salían a protestar y mataban a tres o cuatro todas las semanas. El 4 de febrero fue la respuesta de otro grupo como salida de un sistema”.
Carlos Domínguez. Politólogo.
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